Revista Calibre .38: Reseña de “La trama de la telaraña”, de J. D. Lisbona




la-trama-de-la-telarana_pequena_-pamies-oficialSergio Torrijos Martínez
Elegí la novela para reseñarla por la fecha en la que estaba ambientada, década de los 80 en Madrid. Imaginaba que la novela se internaría en aquello llamado “la movida madrileña” y que no fue otra cosa que una locura colectiva. Soy madrileño y viví esas fechas con la intensidad que ofrece la juventud y recordar todo aquello, a modo abuelo cebolleta, poseía unos atractivos de los que era complicado librarse. Me imaginaba la ambientación absolutamente tremenda, en sitios como La Vía Lactea o el Hotel California o en mil pasajes más que casi se han perdido, por cierto que nadie eche de menos el Pentaporque yo estuve y era de lo peorcito en el sentido más hortera de la palabra. Lo digo para los nostálgicos que siempre achacan a ese garito las grandes creaciones de época. Malasaña, un barrio recuperado gracias a la movida, era un jolgorio enorme, divertido, estrambótico, politoxicómano, desenfadado y terriblemente alocado. Pero no, la novela no tiraba por ahí y creo que algunos lo lamentaremos amargamente.
He de reconocer que no tardé en darme cuenta de que la cosa no iba por donde yo había imaginado, pero he de reconocer igualmente que a cambio dejaba otras cosas también muy interesantes. Madrid es un decorado nada más, no un elemento más de la trama, pero la trama sí que tenía mucha miga. Por lo pronto todo el entramado de la novela está presentado con mucha gracia, con un feedbackcontinuo que le sienta bien, la organización de todo lo que se cuenta ayuda a despertar el interés del lector porque como el propio título indica parece una telaraña bien tupida.
Se inicia la novela con una confesión y, en medio, un crimen brutal que se deberá esclarecer. El protagonista es Héctor Selman, un alma descarriada que intentará desentrañar el supuesto suicidio de un empresario y que colisionará con el primer asesinato que se menciona.
Héctor Selman vive en penumbra, con un carácter complejo y de difícil clasificación, para algunos sería un pobre hombre, para otros un golfo irredento y un hombre sanguíneo, con un carácter confuso y por asentarse, con demasiadas oscuridades en su biografía y con una inestabilidad preocupante. Es así un peón que, bien movido, puede ofrecer múltiples posibilidades a otros jugadores con mayor visión del tablero. A su lado, el comisario Silveira, que da más miedo que los delincuentes, uno de los personajes más carnosos y tersos de la obra, sin duda el mayor factótum de todo el entramado de ficción.
El mérito de la novela, aparte de la estupenda estructura que nos presenta, está en intuir, casi nunca se sabe, que nadie es honesto y que los intereses que no vemos tienen mayor peso que las propias decisiones de los protagonistas. Por debajo, por un lado, por atrás existe la sensación de que un poder mayor y más grande está presente y tiene recursos para torcer el brazo a todos los implicados. Eso está francamente bien mostrado, tanto que recuerda a novelas clásicas del género negro y que no es preciso ni citar.
La prosa es dinámica, acorde al ritmo de los personajes y que hacen de la lectura algo adictivo. Más aún cuando la historia se nos va mostrando a pedacitos que el lector debe ir juntando a modo de puzle para así poder atisbar la realidad global de lo que nos quieren contar.
La lectura ha sido entretenida, intensa, intentando adivinar el siguiente paso de los protagonistas y que continuamente el autor consigue sorprendernos. He disfrutado mucho con la novela, más aún conforme avanzaba la lectura, dejando para el final una sorpresa importante. Personalmente me apunto el nombre del autor para próximas entregas, que estoy casi seguro se van a suceder: me ha parecido que ha manejado la trama y los personajes con sapiencia y cuando esto ocurre el lector disfruta.

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